«Un torturador no se redime suicidándose, pero algo es algo»
MARIO BENEDETTI
Recordando al infausto Billy el Niño en este día de su muerte, solo quiero traer a colación la memoria de todas sus víctimas.
Las personas a las que persiguió y torturó, querían mejorar la situación política y social para el conjunto de sus congéneres, incluido él.
Sin embargo, él, decidió ser servidor del mal, aceptar el orden jerárquico tradicional y ponerse a las órdenes de quiénes querían retener el poder por los medios más viles.
Él y los que fueron como el, eran instrumentos, gentes cuyas vidas se consagraron a hacer daño y causar dolor a sus semejantes.
Siervos del poderoso, mantenedores de la injusticia mediante la violencia.
En su caso, y en el de todos los que fueron sus compañeros franquistas, estos poderosos le fueron agradecidos condecorándole, agasajándole y protegiéndole hasta el fin de sus días.
Solo un poco antes, uno de sus más famosos torturados «Chato» Galante murió por este mismo virus, mostrándonos qué, frente a la naturaleza, aunque no lo queramos entender, todos somos iguales.
«Chato» no se habría alegrado de su muerte. Si lo habría hecho si está sociedad hubiera reconocido el derecho de sus víctimas a obtener justicia, pero parece que eso no es posible ni en una sociedad pos dictatorial; décadas después de suceder los hechos otro torturador muerto sin ser juzgado; un fracaso más de una sociedad y una Justicia realmente democráticas.
«Chato», fuiste el perfecto ejemplo de lo contrario que el legado de este individuo supuso para la sociedad.
Recogemos el testigo y seguiremos exigiendo Justicia, siempre.
ENRIQUE GÓMEZ ARNAS
PRESIDENTE ARMHA