Hace poco escuché a un experto historiador, hablando de los sucesos de Srebrenica como de un genocidio, ciertamente, al tratarse de una acción de asesinato y represión masivas sobre un grupo por cuestiones de raza o religión, así lo parece claramente.
Unos días antes otro historiador israelí, creo, en cierto modo hablaba de clases de genocidio, pues afirmaba que comparar regímenes como el franquista y el hitleriano era banalizar el genocidio.
Hete aquí que, de repente, hay clases de mal, categorías, divisiones. Yo siempre he pensado que tan asesino es el que mata a una persona como el que mata a siete.
Judicialmente y en el derecho internacional, no es lo mismo el asesinato de 150.000 seres humanos que el de seis millones pero, filosóficamente y en su calificación moral, deberían ser igual de reprobables. Si al final se trata de cifras, entraríamos en el debate que quieren los negacionistas y yo no quiero aquí poner ni uno solo de sus argumentos, aunque solo sea como mera ilustración.
Invocar la raza para justificar tus asesinatos no es mucho peor que invocar a la patria para lo mismo, el resultado para el ciudadano individual, no para los grandes números que aparecen en los libros de Historia, es el mismo, el dolor y el fin de la existencia.
A los memorialistas nos gusta saber la magnitud de la tragedia, pero individualizando en cada dolorosa historia personal.
Ya lo decía Stalin: la muerte de un hombre es una tragedia, la de miles una estadística.
Cuando el mal se desata, cuando se utiliza el miedo, el dolor y la muerte para imponer tu ideología, no hay grandes diferencias en cuanto al resultado de estos hechos.
Creo que banalizar el genocidio español es dar la razón al fascismo patrio en base a qué, en comparación, mató mucho menos.
En estos casos creo que el análisis relativo es el más justo, en función de las personas afectadas, ¿cuántos fueron reprimidos? igual los números pequeños resulta que no lo eran tanto, pero insisto, no debemos ir por ese camino, él «…y tú más» y él «yo le he pasado peor» en estos casos no vale.
Si no lo hace otra cosa qué, al menos, nos una la solidaridad con las víctimas, sean de donde sean o sean quiénes sean y pertenezcan al grupo que pertenezcan, es la única forma que tenemos de albergar la esperanza de detener entre todos el mal.
ENRIQUE GÓMEZ ARNAS
Presidente de ARMHA