Unas reflexiones tras la enésima vandalización del monumento a las «trece rosas» en nuestra ciudad:
Me produce una enorme tristeza constatar la nula humanidad de quiénes realizan actos como este.
Gente de la misma estofa que los que volvieron a fusilar a las figuras que aparecen en el monumento del principio de la película «El silencio de los otros».
No hay justificación para tener a tu propio pueblo de rehén y, tras la guerra, seguir masacrándolo a mansalva, asesinando a presas en venganza por la muerte de uno de los tuyos.
Eso muestra el grado de brutalidad de quien tuvo el cuajo de incluir esos años de plomo en sus famosos «25 años de paz».
Usó a su propio pueblo para ejercer represalias sobre el, como un auténtico ejército ocupante de una nación extranjera.
Sus nietos, ignorantes o no de lo que ese recuerdo representa, destruyen efigies o pintan lápidas demostrando que, por desgracia, estarían más que dispuestos a propugnarse como voluntarios para el tiro en la nuca a sus adversarios políticos e, incluso hoy en día, sin misericordia, sin remordimientos, sin escrúpulos, sin vacilación.
Es terrible que las inexistentes políticas de memoria de los sucesivos gobiernos democráticos, hayan propiciado hechos como este y que, los blanqueadores de los crímenes contra la humanidad, sigan exhibiendo impunemente su desprecio a las vidas de sus semejantes y a su recuerdo.
Tan despreciable es quién rompe el monumento como el que intenta ensuciar un recuerdo tan precioso.
Esas vidas destruidas de forma inútil, despreciando el valor de la juventud y la inocencia.
Las mataron porque podían.
Las mataron para aterrorizar al resto de la población.
Las mataron porqué se sentían impunes.
No necesitaban del derecho, ni de los más mínimos conceptos humanitarios.
Quienes así procedieron, hoy son reivindicados mediante la calumnia y la mentira, por cargos electos en nuestro país y, lamentablemente, son los mentores espirituales y los soportes físicos de muchos jóvenes, que no conocen la historia reciente en su país, y que los siguen y les votan.
Esperemos que los actuales cargos políticos, que regentan el ayuntamiento de esta ciudad, aunque solo sea por su obligación de mantener los monumentos que están a su cargo, procedan al arreglo inmediato de este y que, de paso, tomen alguna medida adecuada para su necesaria protección, ya que, lastimosamente, es casi seguro que, con el espíritu por el que se erigió, no van a coincidir nunca.
Enrique Gómez
Presidente de ARMHA