Patria: nombre femenino, país o lugar en el que se ha nacido o al que se pertenece por vínculos históricos o políticos.
¿Entonces, por qué a veces se dice que la patria es el último refugio de los canallas?
Porque realmente cuando no existe ningún argumento, los políticos se escudan en una palabra qué, por lo general, no significa gran cosa para aquel al que le piden nada más y nada menos que estar dispuesto a morir por ella.
Es algo particularmente curioso si tenemos en cuenta que los hijos de los más preclaros patriotas pagaban para no tener que ir a África a defender a esa fantasmagoría patriótica; y , en los Estados Unidos, los papás de los ricos apuntaban a sus retoños a la Guardia Nacional para no tener que viajar a Vietnam.
Siempre fue así, aquellos a los que la patria no les había dado nunca nada, eran los que tenían que morir para defenderla.
Hoy en día volvemos a oír hablar mucho de patriotismo.
Vox, partido súper-patriota, está en contra del jefe de la Iglesia Católica de la que forman parte como continuamente se jactan, está en contra de que exista un «salario social básico» para alejar de la pobreza absoluta a los compatriotas más desfavorecidos, con argumentos, que recuerdan al dictador guineano Obiang, qué preguntado por qué, siendo el suyo uno de los países más ricos de África, no existía un reparto social de esa renta, afirmaba que él no le podía hacer eso a los guineanos, pues los convertiría a todos en unos vagos; claro ejemplo de patriota que se lo queda todo para él.
Una vez más volvemos a lo mismo ¿qué nos da la patria?
Recuerdo que, en una entrevista realizada por un periodista británico al principio de la Guerra de España, Franco admitía estar dispuesto a todo para defender la patria, cuando el entrevistador le insistió «…y si tiene que matar a dos millones de personas», el dictador insistió, «he dicho lo que haga falta», es obvio, la Patria y él, eso podía quedar al final de la contienda; por tanto, para el patriota, la gente no es importante, lo es ese concepto difuso e indefinido que les es tan querido, las personas son secundarias y prescindibles.
Abundando en esta línea de pensamiento, recuerdo también al coronel y líder de los Escuadrones de la Muerte salvadoreños Roberto D’Abuisson diciendo la misma cifra de ciudadanos eliminar en nombre de la patria por ser «malos salvadoreños», 2.000.000, aunque en su país, entonces había unos dos millones y medio de personas. Ya se sabe que la patria nunca adelgaza. Además, este individuo fue el responsable del asesinato del cardenal Óscar Arnulfo Romero, una vez más ni a la sacrosanta Iglesia Católica respetan, ¿les suena?
Es destacable, para confirmar la tesis de la vacuidad patria, como al discurso político de Unamuno sobre el golpe y la Guerra de España lo único que fue capaz de responder Millán Astray fue: «¡España!», eso sí, provocando el delirio de los falangistas allí presentes qué, con el brazo en alto, comenzaron a cantar el «Cara al Sol», grandes argumentos.
Hace poco me enviaron un delirante vídeo en contra del gobierno que tenía que ver con el tema que nos ocupa, la patria (uno más, también es verdad).
Comenzaba mostrándonos a los invasores del solar patrio:
Primero, los romanos qué, al parecer, se saltaron las fronteras sin enseñar los pasaportes a la Guardia Civil.
Luego, los musulmanes, invitados por un visigodo (que no español) y que se quedaron por aquí ¡800 años! no concediéndoseles nunca la nacionalidad en ese tiempo (¡ah! esa lentitud administrativa).
Luego sacan a los ¡comunistas!, al parecer, las hordas soviéticas debieron hacer un desembarco por Almería (que no Normandía) pero no ha quedado constancia de tan memorable hecho.
Pues bien, la conclusión era qué, los que ahora quería destruir nuestra patria eran Sánchez y “el coleta”, y, con un epíteto malsonante y la rojigualda de fondo, ondeante (qué grosería), se afirmaba en el video, qué si esos “otros “no habían conseguido conquistarnos, no lo iban a hacer “estos”, ¡ja!
Ese Imperio en el que nunca se ponía el sol.
Peste y ruina en Sevilla y el resto de España mientras su población huía del solar patrio para sobrevivir a cualquier parte de ese Imperio, al no llegarles de las grandes riquezas del mismo, ni siquiera unas miserables migajas.
Y siguen usándolo hoy en día, como argumento para defender su «ideal» visión del mundo, como si no conociéramos la Historia.
A nosotros nos sigue interesando la historia de la gente, del pueblo, no los grandes hechos patrios e imperiales que en nada reflejan la cruda realidad de las personas durante esas «gloriosas» épocas.
Enrique Gómez Arnas
Presidente ARMHA