En la tumba de Florentino Naves Álvarez en el cementerio de Tardienta (Huesca) ya no hay flores. En realidad ya no existe el enterramiento como tal, ya que la lápida que señalaba el lugar donde quedó inhumado en tierra este desgraciado minero asturiano, ha sido retirada quedando apoyada en un ciprés, probablemente antes de hacerla desaparecer definitivamente. Apagar el recuerdo de Florentino es volver a darle muerte, un gesto de ingratitud del pueblo que fue el escenario de su tragedia.
Florentino subió al tren correo de Oviedo el 15 de marzo de 1958 con destino a Barcelona. Por razones nunca aclaradas se apeó en Tardienta poco después de media noche y a las 7:30 h de la mañana yacía muerto en el patio de la casa cuartel de la Guardia Civil con dos tiros en el pecho. El médico de Tardienta que certificó la muerte, de acuerdo con el relato de uno de los testigos que firmó como tal, se encaró con el comandante de puesto y le dijo que aquello era una salvajada, «sois unos sinvergüenzas y unos criminales», sentenció. Florentino Naves, de 30 años, natural de Olloniego, parroquia próxima a Mieres, estaba casado y tenía dos hijos de 6 y 2 años.
En la memoria anual de la Guardia Civil de Huesca se registró el hecho en los siguientes términos:
«El día 16 de marzo del presente año, fuerza del Puesto de Tardienta tuvo conocimiento de la llegada a la localidad de un individuo sospechoso que se había apeado del tren expreso de la noche. Localizado el individuo en cuestión, fue trasladado al Cuartel para interrogarle y en el curso de esta diligencia trató de huir, agrediendo a un Guardia con una banqueta; perseguido por el interior del edificio, persistió en su actitud agresiva, por lo que el Guardia Domingo Sánchez Piñel le hizo fuego, resultando mortalmente herido.
Como consecuencia de esta actuación tan desafortunada de la fuerza, se inició la instrucción de un sumario para depurar las responsabilidades a que hubiere lugar».
Pocos detalles aclaró el sumario, tampoco los dos consejos de guerra que se instruyeron contra los guardias civiles Telesforo Martín Suárez, Gregorio Grasa Gracia y el citado Sánchez Piñel. Contradicciones, falsos testimonios, tergiversación de lo ocurrido y aplicación de la atenuante de legítima defensa para el guardia que disparó una ráfaga de subfusil al pecho de un detenido esposado, constituyen los ejes sustantivos de los procedimientos judiciales. El asunto se resolvió con unos meses de arresto para los implicados por cuestiones de carácter formal. No hubo expulsiones del Cuerpo. A la familia de la víctima no se le concedió audiencia en el proceso y nunca recibieron explicaciones ni tampoco una indemnización.
Florentino, «Tino», como era conocido por los suyos, se alojó aquella noche en la fonda de la estación de Tardienta. Infundió sospechas al propietario y fue denunciado a la Guardia Civil que quiso ver en el transeúnte asturiano un peligroso agitador, un rojo infiltrado en el sacrosanto régimen. Sin embargo, la realidad se obstinaba en no avalar las conjeturas de los guardias, ni el registro que se ordenó a lo largo de la noche en la casa familiar en presencia de su atemorizada mujer y sus hijos, ni mucho menos el intenso interrogatorio a que fue sometido durante las horas que permaneció a merced de unos servidores públicos que hacían méritos para dejar sus huellas indelebles de patriotas en la hoja de servicios. Nada le pudieron arrancar. Si Florentino corrió por el interior del cuartel lo hizo buscando su propia muerte. Vecinos del fortín que es la casa cuartel escucharon gritos de dolor hasta que los disparos devolvieron la paz a la madrugada en Tardienta.
Durante muchos años en la tumba de Florentino Naves Álvarez hubo flores, pero ahora ya no hay tumba, solo queda una lápida apoyada en un ciprés a varios metros de donde fue enterrado el viajero que se equivocó de estación.
Víctor Pardo Lancina