Uno se pregunta, un día si y otro también, por esa manía que existe en este país, a la hora de definir opciones políticas antitéticas, como igualadas por esa gran palabra de moda: los populismos.
Si miras a la izquierda ves un partido que rehuye las posiciones autoritarias y condenó, a través de sus ancestros, y actualmente, las dictaduras comunistas; el lado derecho (extremo) sigue reivindicando el franquismo y no ven mal las dictaduras fascistas del pasado.
A la izquierda: apoyo total a los colectivos LGTBI y, enfrente; la añeja consideración como enfermos de estas personas, en contra incluso, de la posición de la OMS.
De nuevo, a la izquierda, una posición militante de apoyo a las mujeres, persiguiendo a sus abusadores y asesinos; al otro lado, negacionismo e inacción.
He aquí pues, que uno de los populismos estaría alineado y en perfecta sintonía con los dos grandes partidos tradicionales, el otro, por el contrario, se enmarcaría en unas posiciones inaceptables para cualquier liberal, de izquierdas o derechas, de cualquier democracia del mundo.
¿A qué pues meterlos siempre en el mismo saco?
A qué fin, aquellos que no quieren oír la palabra fascismo, se dedican a agitar el monigote del comunismo en cuanto tienen una oportunidad.
Pero claro a ese populismo de la extrema derecha, liberal en lo económico y neofranquista lo social, le molestan las reivindicaciones sociales: alquileres, desahucios, protección social…, le encanta privatizar, le encanta apoyar al clero (también, y sobre todo, en cuestiones inmobiliarias y económicas), quieren echar a los inmigrantes pobres…y en todo eso, están alineados y totalmente de acuerdo con la derecha mayoritaria tradicional de este país.
Así que mejor hablar de «populismos» en general, tapando las vergüenzas de las cosas que es mejor no comentar.
Lo triste es que hay muchos trabajadores, con tanta ceguera y tantos prejuicios, que seguirán votando contra sus propios intereses convencidos de hacerlo por ese bien supremo: «España».
Ah, se me olvidaba, temas como la memoria histórica, a toda la derecha, incluyendo a los «nuevos» que iban a europeizarnos y volvernos a todos más liberales y modernos, les molestan, no habiendo afrontado nunca unas políticas equilibradoras en ese sentido.
La consecuencia es que seguimos moviendo el fantasma de un comunismo que debería ya haber sido olvidado en el campo de la batalla política cotidiana, dando alas a un nuevo franquismo, franquismo que empieza ser apoyado por esas jóvenes generaciones que deberían haber sido educadas en el antifascismo, al menos en el sentido liberal europeo.
Entretanto, España, país firmante de múltiples tratados internacionales de derechos humanos, sigue siendo condenada en sedes mundiales por proteger a los últimos torturadores o, últimamente, por violar los derechos de las jóvenes inmigrantes con vejatorias prácticas de identificación sexual y de edad practicadas en nuestro país. Pero estas condenas quedan en el archivo mientras seguimos jactándonos de nuestro «progresismo»(eso que tanto molesta a la derecha extrema, y a la otra).
Y el «emérito» de fiesta gastándose el objeto de su latrocinio a la vista de todos.
Pero tranquilos, estamos en una «democracia plena», que nos dure.
Enrique Gómez Arnas
Presidente ARMHA