Libertad, Igualdad, Fraternidad

Mercedes SanchezPublicaciones y ArtículosLeave a Comment


A veces la historia se te echa encima y ni siquiera nos damos cuenta.
Una de las peores rémoras de los Estados modernos, y muy particularmente de España, es la aceptación acrítica de statu quo político y social, probablemente como consecuencia de valorar mucho más la seguridad de la mediocridad imperante, frente al riesgo y peligro del verdadero cambio.

Responde a esa característica de las sociedades actuales el sentimiento de incapacidad de la ciudadanía para exigir cambios institucionales de calado.

La monarquía es hoy, a principios del siglo XXI, un resto del pasado que no tiene cabida en un Estado que se rija por los principios de la Revolución Francesa, en la división de poderes y la democracia.

Que exista una institución basada en el derecho divino, con jefatura hereditaria del Estado, es una anomalía sólo comprensible por esa docilidad social que antes citaba.

No se trata de si es más cara o más barata para las arcas públicas, que no es más barata, se trata de una cuestión de principios.

El Rey es un jefe del Estado no escogido por los ciudadanos y además tiene un estatuto jurídico personal que rompe con el principio fundamental de igualdad ante la ley. Dicho esto, ¿porqué, siendo además que la reposición de la monarquía fue una imposición del anterior jefe dictatorial del Estado, nos vemos incapaces de ponerla en cuestión?

Tenemos miedo de exigir nuestros derechos como ciudadanos. Claro que podemos pedir un referéndum para hacer que una dinastía abandone la jefatura del Estado.

Por supuesto qué, fuera cuál fuera el resultado de esa consulta, los principios citados al comienzo de este escrito seguirían siendo válidos, pero al menos sabríamos si esa conculcación de valores básicos democráticos es aceptada por una mayoría de la población.

Cuando durante la transición se nos metió a la figura del Rey en el lote para avanzar hacia la democracia, no hubo una auténtica libertad de elección, todos lo sabemos.

Ahora debemos perder el miedo.

Si en este país, antes y después del franquismo, siempre han mandado los mismos, sería cuestión ya de ir tomando las riendas de nuestro devenir político. Tener por fin espíritu crítico, conciencia ciudadana. Deseos de cambio verdadero.

Quitémonos el lastre de las viejas y caducas tradiciones.

Rompamos, por fin, las cadenas y convenzámonos de qué, entre todos, si es posible cambiar nuestro futuro político. Es más incómodo que aceptar las imposiciones de los poderes tradicionales, pero si nosotros no dirigimos nuestra vida, también social y política, otros seguirán haciéndolo en nuestro nombre, y no defendiendo, precisamente, los intereses de la mayoría.


Dejemos de ser súbditos y convirtámonos en ciudadanos.

Enrique Gómez Arnas

Presidente de ARMHA

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