«DAÑOS COLATERALES»: RECORDANDO GERNIKA

Mercedes SanchezPublicaciones y ArtículosLeave a Comment

  Armeros Legión Cóndor                                

Hoy en día hablamos de «daños colaterales» cuando, en el transcurso de una operación militar, se producen víctimas civiles y destrucciones no planificadas, que no formaban parte del objetivo.

Los gobiernos que mandan a militares por el mundo, insisten mucho en el desarrollo tecnológico para que los ataques tengan «precisión quirúrgica» y veamos que «los buenos» (ellos) procuran evitar muertes civiles.

 Hasta la Primera Guerra Mundial, todo aquel civil que caía en medio de un ataque militar sabía que, su vida, muy probablemente, no sería respetada.

Pero en la Guerra de España, de 1936 a 1939, las víctimas anteriormente no buscadas pasaron a ser objetivo militar.

En consonancia con las directrices de los generales golpistas de extender el terror como forma de amedrentar al enemigo y eliminar a personas hostiles al nuevo régimen, los bombarderos terroristas pasaron a ser práctica común.

No se tenía suficiente aviación ofensiva, es decir bombarderos, para realizar los ataques que nazis primero y aliados después diezmarían a la población europea en la Segunda Guerra Mundial; pero si los suficientes para atacar poblaciones pequeñas, dejándolas arrasadas.

La ocasión no se dejó pasar.

Las consideraciones morales de los golpistas respecto a su propia población civil no eran tan poderosas como para no probar el efecto de la dinamita sobre casas y personas; al fin y al cabo, los fascistas europeos venían a probar sus armas, de cara a una confrontación bélica próxima, España pondría la «carne de cañón».

El desarrollo de esas nuevas armas y la ampliación de sus objetivos sería impresionante en los años siguientes a la Guerra de España; empezando por el «Blitz» sobre Inglaterra, siguiendo con los bombardeos brutales e innecesarios sobre la población alemana, y culminando en Japón, con el nacimiento de la época del terror atómico y la guerra fría.

Pues bien ese cambio de «paradigma bélico», antes de que se hablara de «víctimas colaterales», comenzó en España, como tantos otros experimentos militares de represión sobre las poblaciones civiles.

Gernika fue el ejemplo universal, generando polémicas que para algunos aún no se han resuelto del todo; seguiría Alcañiz qué, casi seguro, tuvo aún más víctimas en el ranking tétrico de ciudadanía masacrada por sus «salvadores». Hubo decenas de bombardeos sobre la castigada España en un preludio de lo que vendría después, hasta alcanzar proporciones de horror inconmensurables.

Conviene recordar hoy a ese campesino bajoaragonés o vasco que, seguramente sin tener mucha idea de porque se habían desencadenado todos los infiernos en su patria, lo último que escuchó fue el silbido de un objeto lanzado sobre su pueblo por otro ser humano que manejaba un artefacto volador cientos de metros más arriba.

Las bombas son lanzadas por gentes que tienen ideología, pero la dinamita no sabe de ancianos niños o cualquier otra distinción personal, todos son víctimas inocentes.

La sociedad ha tenido que luchar para homenajear a estas víctimas, también politizadas interesadamente; nuestro objetivo, como siempre, sigue siendo Verdad, Justicia y Reparación, pero también, y sobre todo, Garantía de No Repetición, quizás este sea, el de los bombardeos sobre civiles, una de las cuestiones que se incluirían más legítimamente bajo esta exigencia.

Recordemos Guernica.

Recordemos Alcañiz.

Recordemos Londres.

Recordemos Hamburgo.

Recordemos Hiroshima, en este día en que rememoramos a ese campesino vasco que no supo nunca qué artefacto destrucción le cayó encima, segando su vida de manera tan absurda como injusta.

Nunca más.

                                                                                             ENRIQUE GÓMEZ ARNAS

                                                                                                PRESIDENTE ARMHA

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