BUENA ESTIRPE, (O UNA RAZÓN POR LA QUÉ LA DESIGUALDAD SE MANTIENE EN EL MUNDO)

Mercedes SanchezPublicaciones y ArtículosLeave a Comment

Parece que es una característica muy humana esa de enfrentarnos a la realidad social de forma, habitualmente, muy maniquea.

Para una gran cantidad de asuntos, somos incapaces de reconocer las razones del contrario. A lo largo de la Historia, en muchos devenires humanos, han existido dos formas generales de enfocar los problemas: la forma conservadora y la progresista. Instituciones tan alejadas ideológicamente como el Vaticano y la Secretaría General del Partido Comunista de la Unión Soviética, han sufrido esos mismos vaivenes,  Papas más cercanos al pueblo y los ultraconservadores tradicionalistas; secretarios generales de la «vieja guardia» y otros más aperturistas.

En Filosofía pasa algo muy parecido, hasta hay ciencia más progresista frente a la academia más inmovilista, aunque pueda parecer paradójico.

¿A qué viene ésta introducción? pues es un pálido y escaso acercamiento a la comprensión de esa tendencia a alinearse en un bloque u otro, enfrentados, que siempre ha tenido la Humanidad. No es que haya dos Españas, ni Europa de dos velocidades, es que durante toda la Historia se ha repetido ese comportamiento social y, no nos equivoquemos, el pueblo llano, el que más podía ganar con un cambio en sus condiciones de vida, propiciado por un avance social progresista, no era, en muchas ocasiones, partidario en absoluto de ese cambio.

Antes del sufragio universal ya existía una clase baja, mayoritaria siempre, qué en gran medida, era conservadora.

Todo esto viene a colación del desempolvamiento de un artículo firmado, hace años, por Mariano Rajoy, en el que se mostraba partidario de la «desigualdad social» ya que consideraba probado que la gente mejor, la que merecía estar en la cúpula dirigente de la sociedad, procedía de la «buena estirpe», un curioso convencimiento, en la línea de la genética auspiciada por Vallejo-Nájera y los nazis. En definitiva, un discurso supremacista que no creo que de ninguna manera se atreviera a defender hoy, aunque de un político al que «no le constaban» los miles de desaparecidos y asesinados por las tropas franquistas cualquier cosa se puede esperar.

Lo interesante no es si mantendría hoy este discurso no, lo importante es que las políticas basadas en ese pensamiento de desigualdad natural, están siendo ejercidas por todo el mundo desde siempre; también son defendidas y han sido aplicadas en nuestro país, la derecha y la ultraderecha creen profundamente en ellas. También la desigualdad es la base de movimientos religiosos como el Opus Dei, que tanto predicamento tiene entre nuestras muy democráticas fuerzas de seguridad, o al menos en su cúpula dirigente.

A mí no deja de sorprenderme que los de «estirpe baja»(deben existir para que existan los de la «buena estirpe») se conformen con esa definición y la acepten, con todo el sometimiento político y social que significa para sus vidas. Pero los 53 diputados de Vox, por citar solo un partido de defensa extrema de los intereses de la «buena o mejor estirpe» están colocados en su escaño por votos de muchísimos ciudadanos de «mala estirpe», los condenados desde la cuna para servir a los poderosos. Yo lo llamaría «síndrome del mayordomo», esa especie de suboficial que asume con alegría su papel secundario, convencido, él mismo, de que esa es su función en la vida, enfrentándose, incluso violentamente, contra quienes quieren una sociedad más justa y equilibrada que les parece antinatural.

Reconozcámoslo, esta reflexión juvenil de Rajoy nos trae a la mente qué, las masas populares, están tan desunidas como siempre.

La única manera de defender la forma conservadora de mantener la sociedad es seguir creando y apoyando un proletariado de derechas, una «baja o mala estirpe» según esa curiosa teoría genetista, contenta de serlo porque es lo que Dios o/y la sociedad le han asignado como papel para su vida.

Si esto mismo lo hubieran pensado mayoritariamente aquellos antecesores nuestros que vivieron la década de los 30 en España, el golpe habría durado tres días y la guerra no se hubiera producido. Tengo mis dudas para el año 1981, creo que igual, incluso, habría durado menos días ese golpe, por mucho que hubiera tenido algunas consecuencias sobre las que solo podemos especular y qué, quizás hubiera ido revirtiendo pronto algunas de sus consecuencias.

Precisamente y para finalizar, me gustaría plantear una pregunta: ¿puesto que está claro que las clases dirigentes están dispuestas a ejercer la violencia siempre que ven amenazada su posición, es legítimo o incluso moral hacerles frente con las consecuencias que tal actitud acarrearía? Es la justificación, moral o no, de la Revolución.

Me parece que las «sociedades democráticas» están muy lejos en la actualidad de plantearse semejante disyuntiva.

Así pues, señores dirigentes, la «buena estirpe» seguirá, como en los siglos anteriores, bien asentada sus puestos de privilegio, que no corren peligro.

Defendida su clase minoritaria por el derecho internacional, los medios de comunicación, las constituciones, las fuerzas de orden público y por supuesto por la mayoría social de «mala o baja estirpe» sus prerrogativas están a salvo.

Así que, por favor, dejen de armar tanto ruido.

En una sociedad como la nuestra sus privilegios están asegurados. La «buena estirpe“ seguirá bien asentada.                                         

                                                                                           ENRIQUE GÓMEZ ARNAS

                                                                                             Presidente de ARMHA

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