6 de agosto de 1936, el asesinato de un hombre bueno.

Mercedes SanchezNoticias

El 6 de agosto de 1936 Ramón Acín era detenido en su domicilio de la calle Las Cortes junto con su mujer y compañera Concha Monrás. Los conocidos falangistas locales que lo apresaron lo llevaron a la comisaría donde fue torturado brutalmente y poco más tarde asesinado en las tapias del cementerio. Conchita corrió la misma suerte junto con otros 94 vecinos de Huesca el día 23 del mismo sangriento mes de agosto.

EL BUENO DE RAMÓN ACÍN

Ramón Acín, el bueno de Ramón Acín, ha sido pasado por las armas en Huesca.

Los rebeldes fusilaron a este magnífico hombre conjuntamente con otros bravos camaradas en las puertas del cementerio.

Esos fusilamientos en masa es algo abominable que solo pueden llevarlo a cabo no hombres, sino monstruos.

Acín era un artista de una sensibilidad exquisita; el maestro que conducía en Huesca por los caminos, no de la ficción, sino de la verdad.

En París, en los comienzos del año 31, cuando la monarquía se tambaleaba en España, conocí a Ramón Acín en la tertulia que formaban los emigrados políticos en el café Napolitain del boulevard de los Italianos.

Allí teníamos los republicanos nuestro cuartel general, claro siempre cercado por un ejército de sabuesos que destacaba el prefecto de policía, M. Chiappe, obedeciendo a sugerencias de Quiñones de León.

Con Indalecio Prieto, el capitán Martínez de Aragón, Carlos Esplá, el teniente coronel Puig, otra de las víctimas de la rebelión militar; el médico de Lérida y un gran hombre, Benavent; los tenientes Collar y Rexach, el mecánico Rada, el comandante Hidalgo de Cisneros, el capitán Piaya, de Jaca, condenado a muerte; Marcelino Domingo y otros dos hombres a los que traté personalmente muchos días y a los que no supuse capaces, en fecha no lejana, de traicionar el régimen por el que en aquella época luchaban. Me refiero a Queipo de Llano y a Ramón Franco.

Con Acín intimé prontamente porque adiviné en él a un hombre de aguda sensibilidad, de entereza, que así como era dócil y apacible, rebelábase de indignación, se enfurecía ante la más leve injusticia.

Como nuestros recursos eran bastante exiguos, íbamos a comer a un restaurante económico del boulevard de Saint Germain y nuestras sobremesas se prolongaban hasta media tarde.

Acín contábame entonces sus proyectos para que la juventud de Huesca marchara por otros derroteros de igualdad y de justicia.

Ramón Acín, idealista noble y combativo que sabía morir por la idea que ardía en su pecho de libertades proletarias, tanto como era de inteligente y artista de condiciones excepcionales, pintor, escultor y poeta, era otra gran dote la que adornaba su personalidad: la sencillez.

Aunque había celebrado yo interviús políticas para distintos periódicos españoles de izquierda con casi todos los republicanos emigrados, Ramón Acín, siempre gentleman, se había negado a ello con aquellas sus palabras:

–Yo no puedo decir nada. Yo no soy nadie. Más adelante, veremos, veremos.

* * *

Hasta hace muy poco tiempo conservé en mi poder una fotografía que me entregó Ramón Acín con su bondadosa compañera y dos niñas monísimas, hijas suyas.

Retrato que le devolví a su instancia.

Ese gran hombre, de aspecto bondadoso, sencillo, pero que ante una injusticia ardía en indignación como un bravo que era forjado en la lucha, ha sido víctima de la barbarie incalificable.

Luis Sáinz de Morales

Periodista y fotógrafo

Artículo publicado en el diario «El Diluvio», Barcelona, 22 de agosto de 1936, víspera del asesinato en las tapias del cementerio de Huesca de Concha Monrás.

Victor Pardo Lancina

Periodista

Retrato de Ramón Acín con chapela, c. 1932-1934 (Fundación Ramón y Katia Acín)

«Estampa. Revista gráfica», Madrid, 16 de abril de 1932.

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