Viñeta Bernal, Revista EL JUEVES
Vaya nuevo ejercicio de hipocresía colectiva y de declaraciones ampulosas e interesadas estamos viviendo éstos días con lo del décimo aniversario de la declaración de ETA y su cese de actividad terrorista.
Sinceramente, en lo peor de la espiral cotidiana de atentados, cualquier Gobierno, a cambio de ese cese en sus actividades criminales, hubiera firmado una excarcelación o amnistía para sus antiguos miembros, y no hubiera sido una aceptación de ninguna de sus aspiraciones políticas, por lo que ellos tampoco habrían ganado.
Y una sola vida, ¿cuánto podía valer?
Hoy, diez años después, quienes no tienen ningún problema con que un criminal de guerra tenga asignado el nombre de un pueblo, se rasgan las vestiduras porque reciban a un vecino de un pueblo vasco, tras cumplir con la sociedad su condena, homenajeándole.
Nos duele, a mucha gente en ésta sociedad, que los torturadores y asesinos de todo un país durante tantos años, sigan siendo objeto de elogio y defendidos por quienes querrían a ETA y a todo el mundillo abertzale enterrados, también, en una gran cuneta.
Porqué, y ese es el problema, hay dos varas de medir.
El sufrimiento de los perseguidos por sus afines políticos, es un sufrimiento inexistente o justificable, pues se lo merecían, por ser «malos españoles»… Y, desde luego, estos del mundillo abertzale, de » buenos españoles» tampoco tienen nada.
Yo no justificaré nunca el uso de la violencia como arma política, que se lo hagan mirar los que sí lo han hecho toda la vida, apoyando regímenes criminales como el franquista, pero luego son muy pacifistas cuando se habla de la actividad de un grupo criminal, lo siento, pero no me los creo y están deslegitimados por sus propias inacciones, por sus distintas varas de medir.
ETA fue una anomalía histórica, seguramente producto, entre otras cosas, de ser en origen un movimiento que tomó las armas en un contexto de violencia institucional generalizada, contra un régimen que torturaba y asesinaba, aun en esos años, de forma totalmente impune.
Su apoyo en reivindicaciones independentistas lo hizo llegar mucho más allá de la muerte del dictador, lo que creo disensiones internas muy importantes que todos conocemos.
Pero si esto sucedió en ese contexto citado, no es menos cierto que miles de víctimas del franquismo nunca han sido consideradas como tales por quienes un día tras otro claman contra cualquier tipo de reconciliación tras la disolución de éste grupo terrorista.
Bien, es su opción
Por lo que al interés común de una sociedad justa, sana y democrática, como colectivo, al margen de las muy libres actitudes individuales de cada persona, tocaría hacer un ejercicio de reflexión, de concordia y de reconciliación, resarciendo de forma colectiva, generosa y justa a las víctimas tanto del terrorismo, como las que durante tantos años han debido sufrir en silencio las vejaciones y ofensas de sus muy impunes verdugos franquistas.
Quizás, si algún día lo logramos, en un contexto en que hoy no es el Parlamento capaz ni de hacer una declaración institucional, podamos soñar con una sociedad más libre, participativa y realmente democrática.
Enrique Gómez
Presidente de ARMHA